Cuando Albert Einstein acabó su carrera, en 1901, quiso dedicarse a la enseñanza, pero las universidades rechazaron sus solicitudes y le fue imposible encontrar una plaza de profesor. Así es que aceptó un empleo subalterno como perito técnico en la Oficina de Patentes de Berna.
Allí pasó siete felices años. Este empleo significó para él una fuente continua de ingresos y una seguridad que le permitió dedicarse con tranquilidad a sus investigaciones. La labor que desarrolló allí era estimulante y variada.
Tenía que inspeccionar los más diversos inventos tecnológicos y describirlos en informes para su aceptación. Literalmente, trabajaba con expedientes llenos de ideas innovadoras. Fue un funcionario contento de serlo, pero no se le apreció debidamente. Era empleado de tercera clase y le negaron el ascenso. En 1905 comenzó a publicar una serie de cinco artículos científicos que asombraron al mundo y que le llevarían a la fama. Las malas lenguas dicen que pudo hacer estos descubrimientos porque, como funcionario que era, trabajaba poco y tenía mucho tiempo libre para pensar. E. G. J (http://www.20minutos.es/)
Allí pasó siete felices años. Este empleo significó para él una fuente continua de ingresos y una seguridad que le permitió dedicarse con tranquilidad a sus investigaciones. La labor que desarrolló allí era estimulante y variada.
Tenía que inspeccionar los más diversos inventos tecnológicos y describirlos en informes para su aceptación. Literalmente, trabajaba con expedientes llenos de ideas innovadoras. Fue un funcionario contento de serlo, pero no se le apreció debidamente. Era empleado de tercera clase y le negaron el ascenso. En 1905 comenzó a publicar una serie de cinco artículos científicos que asombraron al mundo y que le llevarían a la fama. Las malas lenguas dicen que pudo hacer estos descubrimientos porque, como funcionario que era, trabajaba poco y tenía mucho tiempo libre para pensar. E. G. J (http://www.20minutos.es/)
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