5 de mayo de 2015

Ir rápido y los rivales

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Leer a Clemente Alonso casi siempre me da algún tema de "conversación", en esas largas horas solitarias que paso corriendo o montando en bici. No es que me falten los temas, pero Clemente es un tipo al que hay que escuchar, su “misión, visión y valores” en el mundo de triatlón son siempre interesantes. Para el que no le conozca, pocos serán, Clemente es uno de los históricos del tri español: Desde finales de los 90 (bronce en el mundial junior de 1997 y oro en el europeo 1998, si la Wikipedia no miente), pruebas ITU, y desde 2009 como profesional en larga distancia, ganador y podiums en diferentes pruebas Ironman. Compaginó el triatlón con la licenciatura en medicina, o  quizás fue al revés, no lo sé.
Se preguntaba Clemente, en la revista Triatlon del pasado mes de abril, en que momento hemos dejado de valorar ir rápido para valorar (sobrevalorar) ir lejos, independientemente de la velocidad. Y como bien apuntaba él, sin desmerecer en absoluto ir lejos yendo despacio, por la filosofía de disfrutar del deporte que pueda haber detrás de ir “lejos” sin preocuparse de la velocidad.


Y es cierto, cada vez proliferan más los “cuanto más distancia, mejor”. Las RRSS se llenan de crónicas y noticias de personas, y también personajes, publicitando éste o aquel “súper largo reto”. Incluso los hay del reto “yo me lo guiso yo me lo como”, y que baten el récord mundial de correr ironmanes seguidos (aunque sea dando vueltas a su barrio), o de bajar y subir 50 veces la montaña más alta de Valladolid, ellos solos, eso sí. 

Y está bien, cada uno disfrutamos de la vida y el deporte como queremos, incluso algunos de estos retos son realmente admirables. Quizás únicamente se puede criticar la forma de vender humo en algunos casos. Y es que también hay mucho humo, el cual es más difícil de vender con un cronómetro en la mano y rivales por la derecha y por la izquierda, y una distancia "homologada" y "controlada".
Claro que el humo se vende porque se compra. Por poner un ejemplo. El otro día un vecino me preguntaba por una carrera en la que había participado en Alcobendas:
-“¿Qué distancia era?” 
–“Pues duatlón distancia sprint, 5-20-2,5” 
–“Ah, solo?…" 
Gesto de desilusión, y a otra cosa. No importa cuánto de agónica ha podido ser esa prueba de 1h a tope, y en la que has dado todo lo que tenías. Si por el contrario cuentas, por ejemplo, que has corrido el Ironman "X", entonces la admiración es total, y no importa si has tardado 10 o 15 hora, y el primero lo ha realizado en escasas 8 horas, o si has caminado 20 de los 42 kms de la maratón, no importa, la distancia era grande.
En cuanto al “lejos vs rápido”, y la pérdida de valor del “rápido”, quizás sea porque ir rápido no está al alcance de cualquiera, y sí ir “lejos”, y todos queremos valorarnos. También porque para muchos de los que observan, y nos dan la palmadita en la espalda, es difícil percibir lo que es rápido o lento: A mi vecino le puedes decir que has corrido a “X” m/km esos 5-20-2,5 que no lo va  a valorar, pero sí va a situar perfectamente los 226 km de un Ironman, por ejemplo. Y nos lanzamos a ir lejos, y nos olvidamos de lo difícil que es ir rápido. Es más, lo realmente difícil es ir rápido.

Ponerte un dorsal, para competir con otros, y para hacerlo además lo más rápido posible, es darte cuenta, en su caso, de la diferencia abismal con los que corren rápido de verdad, nos posiciona en nuestro lugar de ese "ego-mundo" deportivo en el que muchas veces nos movemos. 
Pero también nos hace dar la mejor versión de nosotros mismos, a eso nos ayudan los rivales. No los valoramos lo suficiente, a los rivales, digo.
En mi caso, colgarme un dorsal me pone nervioso, me gusta muy poco, al menos hasta que dan la salida. Pero es la forma de conocer tu verdadera posición, de valorar a esos que van rápidos, o en su caso de tener una referencia, uno o varios rivales en los que fijarte. Es cierto que la velocidad es relativa, pero los rivales y las competiciones nos hacen mejores, a cada uno dentro de nuestro nivel y posibilidades.

Recientemente le han otorgado la medalla del trabajo a Rafa Nadal, que poco tiene que ver con el triatlón, pero que también me hace reflexionar sobre el trabajo y el esfuerzo, y el valor de los logros.
Hay cientos de miles de deportistas que se esfuerzan cada día en ser los mejores, en ir lo más rápido posible, que genéticamente están capacitados para ir rápido y que además ponen todo el trabajo y esfuerzo necesario para ello. Pero únicamente unos pocos alcanzan el éxito. A igualdad de trabajo aportado, son factores como el talento, la planificación, etc, los que marcan la diferencia. Pero de nuevo en la sociedad nos fijamos en modelos de éxito, y no de trabajo. Al margen de la broma que me pueda parecer que la medalla del trabajo se la den a un deportista de élite, que vive por y para el deporte, con ganancias multimillonarias y haciendo lo que le gusta, frente a todos esos que, por ejemplo, trabajan 12 horas al día por 1000€ al mes, fines de semana incluidos, y que dan gracias por tener un trabajo, aunque sea un trabajo de mierda.