9 de febrero de 2011

Charlatanes II


Escribía por aquí, hace ya más de dos años, de los charlatanes… Lo dejé pendiente, y hoy lo retomo, llamadme charlatán.

Los humanos somos una especie extraña, tremendamente extraña.
Una especie capaz de acelerar partículas subatómicas al 99,9999…% de la velocidad de la luz, de regenerar tejidos y órganos con células madre, de viajar por el espacio en maquinas imposibles, de escribir libros maravillosos que nos transportan más allá de donde nunca creímos poder llegar, incluso con las naves imposibles, de amar por encima de nuestra propia vida…
Seres increíbles, absolutamente fantásticos, capaces, maravillosos… Pero.

Pero a la vez somos un gran rebaño, en realidad un conjunto de grandes rebaños, irracionales en la mayoría de los casos, dirigidos por grandes charlatanes.
Es increíble la capacidad de sugestión que tiene la palabra cuando ésta viene “construida” y “elaborada” por estos charlatanes. Tan increíble que la realidad es que el mundo está dirigido y controlado por la palabra, casi siempre manipuladora. Algunos llaman líderes a los poseedores de este don. Y deben serlo, porque tras ellos algunos llegan a correr con cinturones de explosivos atados a la cintura, por poner un ejemplo extremo.

Y nos agrupamos en religiones que nos llevan donde nos llevan. Y en nombre de Dios (del que sea) se pueden hacer, y se han hecho, la mayores barbaridades de la humanidad.

Y nos encerramos en nacionalidades y banderas, nos parapetamos y nos armamos hasta los dientes, tras nuestros colores y fronteras, sin pensar que lo mismo que somos serbios pudiéramos haber sido andorranos, que esta cuestión es simplemente circunstancial.

Y nos agrupamos tras nuestro líder blanco, y odiamos a los negros. Tras nuestro líder cristiano y odiamos a los musulmanes. O…

Y rechazamos al inmigrante porque alguien, un líder, nos ha dicho que pone en riesgo nuestro bienestar.

Y nos escondemos tras una bufanda de un equipo de futbol, con otros tantos fanáticos, liderados por el más fanático del grupo, y nos vamos a patear a aquel que encontremos por la calle con los colores contrarios,

Y apoyamos y aupamos a nuestro dictador particular, esté éste donde esté. Y se llame como se llame, mientras alguien, los amigos del líder, nos diga que esa es la mejor opción de vida que tenemos…

Y las televisiones se llenan de esperpénticos personajes charlatanes, que con unas cartas del Tarot, o unos garbanzos de colores, te aseguran que vas a encontrar trabajo el mes que viene, o que se te va a curar ese riñón que tienes con cáncer. Y el problema no es el de los garbanzos de colores, el problema es que el teléfono suena y alguien lo marca.

Y adinerados y acomodados personajes de dudosa reputación nos indican que el camino a seguir es el del trabajo, sacrificio y esfuerzo. Y ahí que nos ponemos todos a sacrificarnos y esforzarnos, para mantener calentito a nuestro acomodado charlatán, no vaya a ser que se le enfríe la garganta y se le dañen las cuerdas vocales, y entonces no pueda seguir ejerciendo de charlatán. Un drama.

Y personajes de corbata, pulcras maneras y pletórica labia, se pasean por los MBAs y cursos de empresa dando seminarios de cómo gestionar el capital humano (que eufemismo esto del “capital humano”, no sé a quién se le ocurrió poner estas dos palabras juntas), de cómo ser un líder, o de cómo organizar mejor tu vida y tu tiempo…. Y muchos de ellos jamás han trabajado en una obra a pie de zanja, a duras penas son líderes (intentan serlo) durante los 45 minutos que dura la clase, y además su vida es un desastre…

Y charlatanes de las medicinas alternativas nos prometen curarnos, por ejemplo, con un supuesto principio activo que está tan diluido que aproximadamente hay una única molécula en una hipotética esfera de agua del tamaño de la distancia de aquí al Sol (eso es la Homeopatía). Y este negocio mueve cientos de miles de millones al año. Pero alguien nos dice que nos cura… Y nos cura.

Y pudiéramos seguir con los “Ys” indefinidamente.

Charlatanes. Siempre me dieron miedo los líderes, esos que quieren serlo, que incluso hacen cursos para serlo, siempre desconfié de ellos, incluso de aquellos que aparentemente tienen una inmaculada reputación.
Y miedo me dan también esos rebaños que conformamos alrededor de un líder, sea éste social, religioso, político…
Como cantan Marea en su “Como el viento de Poniente”, y que ya he puesto antes por aquí (varias veces): “Nunca seguí al rebaño porque ni el pastor ni el amo eran gente de fiar.”
Evidentemente esto no es totalmente cierto, porque de una u otra manera todos estamos en algún tipo de rebaño, pero digamos que hay rebaños más peligrosos que otros.
En cualquier caso en mi opinión, y así lo intento, si cada día reflexionamos y nos preguntamos si el que nos pastorea, o intenta pastorear, es gente de fiar, ya habremos avanzado mucho.

Y por compensar un poco este balance tan aparentemente negativo… Afortunadamente buenos ejemplos en la vida los vemos a diario. Y es que hace tiempo que de las personas por mi parte valoro los hechos y no las palabras. Son éstos “lideres” que no quieren serlo en los que me fijo, los que no se preocupan de serlo, y que ningún beneficio personal tienen por serlo. Son éstos los ejemplos que algunos intentamos tomar de referencia, o al menos de punto de comparación para constatar cuanto de lejos estamos del camino correcto.

Y el problema no es el de los garbanzos de colores, el problema es que el teléfono suena y alguien lo marca.